julio 4, 2025

EL PRESIDENTE QUE NO QUEREMOS

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El presidente Javier Milei, ha dado una nueva muestra de violencia en la retórica política, que ya traspasa los límites del odio y de la convivencia entre seres humanos. En pocas palabras, Milei quisiera ver muerta a la expresidenta Cristina Fernández, y todo lo que ella representa, que no es otra cosa que el sueño de algunas minorías que le temen sobremanera, y que ven en su figura, al único ser capaz de derrumbar el castillo de naipes que Milei tiene a su alrededor.

Cada vez está más claro que el triunfo de LLA, no fue por mérito propio, sino fue la consecuencia de un fracaso que se venía marcando, en el gobierno de Alberto Fernández, y que terminó por derrumbarse solo, abriéndole la puerta a un león sediento de venganza que mostró sus verdaderas garras, lanzando el peor de los comentarios que un mandatario podría haber dicho, justo a dos años del intento de magnicidio que sufrió Cristina Fernández de Kirchner. Pero nada puede sorprender de este sociópata político que ya trató de montonera y asesina de niños, a su propia ministra de Seguridad; y acusó a su “intocable” ministro de Economía de “haberse fumado” 15 mil millones de dólares, durante el gobierno de Mauricio Macri. El mismo “Toto” Caputo que hoy es considerado por Milei como un prócer o un gurú de la economía.

La investidura presidencial debe respetarse, siempre, pero su portador es quien más debe hacerlo por tratarse del mandatario de una nación, y no de un marginal, que va por la vida lanzando epítetos a diestra y siniestra, amenazando y hasta deseándole la muerte a alguien.

La política no debiera ser esto, sino el instrumento para lograr y alcanzar transformaciones que lleven a concretar metas y objetivos que busquen la felicidad del pueblo. Pero eso, en el país del odio y de la soberbia, ya no existe más.

Quiero creer que no todo está perdido y que aún prima la cordura en miles de argentinos que creyeron en las promesas de un mitómano que necesita apropiarse de otras identidades para parecer lo que no es, pero que además goza de una notoria misantropía sobre el que piensa distinto, poniéndolo en el lugar del enemigo. Ese es el presidente que no queremos.

Gabriel Gerónimo